Lluís Soldevilla, Colaborador de OBS Business School. CEO de Acktitude.
Si les digo que estamos a las puertas de uno de mis periodos favoritos, las vacaciones, corro el riesgo de que dejen de leer este artículo, por evidente. Intentaré convencerles a lo largo de él de la relativa profundidad de esta afirmación.
Más allá del descanso, de las aventuras, del tiempo en familia o de simplemente hacer aquello que uno no puede hacer durante el año, las vacaciones me apasionan por la oportunidad de dedicarme a lo más importante: yo. Y aquí ejecuto el segundo giro arriesgado, pues tampoco apetece la lectura de un aparente texto ególatra. Denme por favor una última oportunidad.
Las vacaciones son ese periodo en que es para el mundo laboral. Y esto nos brinda algo de lo que vamos muy escasos: tiempo. Mi pasión por las vacaciones viene del doble regalo que suponen, al darme tiempo para pensar y tiempo para hacer. Este parón de actividad es algo muy parecido a una entrada en boxes, momento de prestar toda la atención en el bólido. Ni en el público, ni en el asfalto, ni en los rivales, ni en la meteorología. Yo soy ese vehículo con el que circulo once meses al año a toda velocidad, buscando resultados extraordinarios. Ahora es mi momento. Como ven, no es egoísmo sino orientación a resultados.
Los primero que hago es una ruptura tan abrupta como sea posible con mi realidad diaria, tanto laboral como personal. Si dispongo de dos o tres semanas, no perderé ni un segundo en “transiciones”. Un “out of office” en mi correo y el móvil cerca pero no encima serán más que suficiente. Si podemos ir a un lugar diferente todavía mejor. Si hablamos y vivimos de forma diferente, entonces la desconexión es ya casi inmediata.
Lo segundo es levantarte antes que los demás. Resulta fácil ganar dos horas al día al resto de la familia o grupo con el que estemos, dada la relajación que impera en estos periodos. Dos horas por quince o veinte días nos regalan unas treinta o cuarenta horas. Atención: acabamos de obtener una semana laboral con un único objetivo: acabar en mejor forma de lo que hemos empezado.
En tercer lugar, yo utilizo la primera parte de estas horas para evaluar el curso recién finalizado. Pensar en qué ha ido bien y sacar conclusiones. Pensar en lo que ha ido mal y sacar también conclusiones. De todo ello, anotar ideas para el Plan de Acción del curso próximo.
Como cuarta clave, recordar siempre a Kihachiro Onitsuka, fundador de ASICS. Estas siglas significan toda una filosofía de vida: “Anima Sana In Corpore Sano”. No hay excusa posible para no hacer deporte durante las vacaciones.
En quinta posición de mis “must” vacacionales está la de aprender algo. Puede ser la lectura de un libro sobre una habilidad que debo fortalecer, o simplemente aprender a cocinar un plato del país que visito. Aprender algo provoca un estímulo que sin duda te hará mejor.
La sexta posición es algo que descubrí hace sólo dos años. Incorporé una rutina, un hábito que me acompañaría después durante el resto del año, y eventualmente para siempre. En mi caso hubo un antes y un después a partir de cambiar ese verano mi forma de empezar el día. Más allá de la mística asociada a los rituales matutinos, decidí empezar el día de una manera determinada, en lugar salir agitado de la cama apurando al máximo la llamada del despertador. Incorporé una serie de rutinas que me hacen tomar el control de mi día en lugar de ser mi día el que me controle a mí.
En séptimo lugar, a partir de la mitad de mis vacaciones uso esas cuarenta horas para anotar objetivos del nuevo curso. Tener tiempo para pensar me permite diseñar estrategias para conseguirlos. La ausencia de asuntos urgentes me permite focalizarme en los importantes. Todo ello queda bien anotado en mi libreta, de la que no me separo, pues este trabajo de fondo matutino genera a lo largo del día múltiples ideas que llegan cuando uno pasea, está con la familia o amigos o simplemente sumergido en el mar.
Mi octava clave consiste en tomar un punto de mejora de mi DAFO Personal® y practicarlo. No soy amante de trabajar los puntos débiles sino de potenciar los fuertes, pero si hay alguno que realmente es un “stopper”, voy por él con toda la energía que me dan mis vacaciones. Seré sincero: este año la serenidad está en mi punto de mira.
Como novena clave les recomendaría que practicaran la fijación de miedos. Estamos muy acostumbrados a la fijación de objetivos, pero no tanto a luchar de manera objetiva con nuestros miedos. Listen sus diez principales miedos. Para cada uno de ellos definan claramente ese miedo en la columna uno. En la columna dos establezcan un mecanismo de prevención para cada uno de ellos. Y en la columna tres ideen una solución por si finalmente sucede.
Finalmente, en el lugar diez, visionen cómo quieren verse en las próximas vacaciones, dentro de un año. Esta visión nítida les ayudará a ejecutar el plan de acción del punto 7, pase lo que pase. Por muy grandes que sean los cambios y difícil el camino marcado, la visión nos dará la capacidad de adaptación necesaria.