La actual situación que viene atravesando el mundo producto del conflicto entre Rusia – Ucrania, así como la participación de la OTAN y las sanciones de Estados Unidos, han desatado un encarecimiento no solo en productos denominados los commodities, sino de componentes que forman parte de otros productos finales tales como chips empleados en diversos productos, equipos, entre otros. Si a esto le sumamos el cierre parcial de algunos puertos en China, producto de nuevo rebrote de covid-19, la cadena de abastecimiento requerirá mayores plazos y los costos se incrementen a niveles nunca antes visto (fletes, seguros, entre otros).
Para Edmundo Lizarzaburu, profesor de la carrera de Administración y Finanzas de la Universidad ESAN, este escenario internacional ha generado que diversos productos incrementen su valor (sobre todos los que componen la canasta básica familiar), generando un efecto inflacionario que impactan en el bolsillo de los ciudadanos, reduciendo su poder adquisitivo. Se evidencia la subida de productos como el aceite, la harina y por ende el pan, el pollo, entre otros de primera necesidad. Adicionalmente, debemos incluir el retraso en infraestructura (transporte) que tenemos, se muestra entonces que el aumento en precios es mayor en diferentes zonas del país, sobre todo las más alejadas a puertos y zonas industriales.
Asimismo, el especialista dijo que el cierre de carreteras (por diversos motivos) y la parada de algunas empresas frente a los bloqueos solo va a generar que se agudice la contracción de los flujos de caja, porque al no tenerse los mismos ingresos, los egresos deberán recortarse y eso podría generar recortes no solo de compras (proveedores), menor pago de impuestos y canon (recaudación); sino además, problemas con la planilla de trabajadores, reducción de puestos de trabajo o poner algunos en stand by, es decir se tendría un impacto negativo en la cadena de pagos.
Lizarzaburu manifestó que todo esto llega en el inicio de la etapa escolar y con el levantamiento de las restricciones sanitarias, lo que va a generar problemas y distorsiones en los flujos de caja de todos: ciudadanos, empresa y gobierno, presentándose déficits (los egresos serían mayores a los ingresos).
De otro lado, afirmó que la reducción en la calificación crediticia se traduciría en un potencial encarecimiento del crédito. La situación para el 2022 se muestra a niveles de los dos últimos años (etapa covid), debido entre otras cosas, a que las tasas de los préstamos podrían subir a una mayor velocidad a lo esperado, es decir las empresas, ciudadanos y hasta el gobierno y sus empresas pagarían más intereses (costo financiero) por los productos financieros que pudieran adquirir, es por ello que la planificación será clave para mitigar esta situación.
En ese sentido, el docente de la Universidad ESAN, indicó que es momento de priorizar, de generar ahorros no monetarios y ponernos metas de micro, corto y mediano plazo.
“Los indicadores financieros están empezando a fatigarse, por lo que las empresas deben ver de mejorar la rotación de sus inventarios, evaluar mejor a sus clientes (cartera de créditos) y buscar eficiencias que permitan realizar economías de escala. Si bien hay variables que no se pueden controlar, debemos enfocarnos en las que sí podemos administrar y tener así, una gestión preventiva y no reactiva como aún viene pasando en algunas compañías y para ello es necesario planificar y tener presupuestos claros, dinámicos y coberturados, que van a contribuir a mejorar la situación del flujo de caja, herramienta clave que siempre debemos revisar”, finalizó Lizarzaburu.