Autor: Alfredo Salgado, Gerente General de Grupo EULEN Perú
La pandemia llegó con un abanico de cuestionamientos, barreras, desafíos y tareas complejas que han tenido que afrontar los líderes, entre los cuales destacaron los problemas de salud que han sufrido los colaboradores. Por un lado, los relacionados a las propias complicaciones del Covid-19 y por otro, el impacto en la salud mental, siendo una de las principales “secuelas” de la crisis sanitaria.
El 52.2 % de la población de Lima Metropolitana sufre de estrés severo, causado principalmente por los problemas de salud, económicos o familiares, generado por la pandemia y el 54.6% ha presentado problemas para dormir, revela el Instituto Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa). Además, más de 300 mil casos de depresión fueron atendidos a nivel nacional durante el 2021.
Los trastornos de depresión y de ansiedad cuestan a la economía mundial US$1 billón anuales, según la OMS. Cada US$ 1 invertido en la ampliación del tratamiento para ambas enfermedades, rinde US$ 4 en mejora de la salud y la capacidad de trabajo.
Los trastornos mentales han impactado directamente en el rendimiento laboral, cuya situación se puede manifestar en función de absentismo, agotamiento y disminución de la productividad, escenario que se convierte en una prioridad y a la vez en un desafío para las organizaciones; frente al retorno hacia la “nueva normalidad”, impulsada por una reactivación económica.
Si bien es cierto que, en este panorama el rol del área de recursos humanos es importante, la intervención de los líderes es pieza clave. Se trata de un trabajo integral para gestionar y ofrecer el apoyo necesario para los colaboradores, fortaleciendo un lugar de trabajo productivo e inclusivo, que apoye cualquier modalidad de empleo (presencial o remoto), bajo una posición innovadora y flexible y fortalezca el desarrollo de habilidades.
Otras de las tareas de los líderes es apuntar hacia un equipo motivado. Para ello, la comunicación es transcendental, el saber cómo están y conocer las oportunidades de mejora, abrirá muchas puertas para seguir construyendo vínculos de confianza y afinidad “empresa- colaborador”, lo cual se traducirá en un rendimiento óptimo y compromiso con los objetivos corporativos.
Finalmente, la implementación de políticas orientadas al cuidado y prevención de la salud de los colaboradores, es la dosis de dopamina que se necesita en las organizaciones. Los resultados de un trabajador feliz se verán reflejado en el rendimiento, el compromiso y la motivación de los trabajadores al punto de convertirse en la mejor estrategia.