Por Willard Manrique, CEO del Grupo Crosland
La escalada bélica en Europa del Este ha despertado preocupaciones en todo el mundo. Las naciones en conflicto son, a la vez, ricas en recursos naturales claves para las economías. Rusia provee cerca del 40% de las importaciones del gas de la Unión Europea y es el tercer productor global de petróleo (produce 10,7 millones de barriles al día). Por su parte, Ucrania es el quinto exportador de trigo y el principal productor global de neón (uno de los insumos esenciales para la fabricación de microchips).
Además de reconocer la importancia global de las naciones en conflicto para el mundo, es crucial que podamos entender cómo impactará este conflicto a la región y a nuestro país. De entrada, es importante tener claro que el encarecimiento de los principales commodities que importamos responde a la crisis energética asiática, al problema logístico de contenedores y a la fluctuación de tipo de cambio.
Estados Unidos ha prohibido las importaciones de petróleo, gas natural y carbón de Rusia. Esta medida ha encarecido el barril de petróleo en el mundo. A pesar de que Latinoamérica y el Caribe tienen poca relación comercial con Rusia, este incremento en el precio del petróleo reducirá las expectativas de crecimiento del continente entre 2022 y 2024, según el Banco Interamericano de Desarrollo, el cual también asegura que un aumento en el índice de endeudamiento. En nuestro país, el incremento del costo del combustible impacta ya en la canasta básica y encarecerá los bienes de capital.
Por otro lado, Rusia es uno de los principales productores de nutrientes empleados en la agricultura, como potasa y fosfato, lo cual impactará en la producción agrícola global. Alrededor del 20% de fertilizantes importados por la región proceden del país euroasiático. En este sentido, Yara International estima una reducción de hasta el 50% en el rendimiento de los cultivos mundiales. Esto no solo afectaría los niveles de consumo interno, sino también a la agroexportación.
Enfrentamos un escenario de mayor encarecimiento de productos, lo cual afectará la frecuencia y calidad de compra. Con ello, el consumidor podría verse obligado a renunciar a las marcas que usualmente consume (o reducir su frecuencia), recurrir a sustitutos o postergar decisiones de inversión. En la gestión comercial, esto nos obliga a realizar ajustes a nuestra propuesta de valor, proveer nuevas fuentes de financiamiento, hacer ajustes en el portafolio y, posiblemente, incrementar los niveles de inventario de algunos productos clave.