Alberto Haito – Director – Arellano
La inteligencia artificial (IA) ya está entre nosotros y todo indica que llegó para quedarse.
Desde hace mucho tiempo convivimos con máquinas que sustituyen con ventaja el trabajo físico que puede realizar un ser humano. La gran diferencia con la irrupción de la IA es que ésta sustituye en muchos campos, y también con ventaja, lo que hace el cerebro humano.
Hoy varias empresas usan IA, como por ejemplo en chatbots para la comunicación con clientes, en detección de oportunidades de mercado a partir de análisis de bigdata, en optimización de decisiones de inversión, en predecir el comportamiento de un deudor, en detección de amenazas de seguridad y así en muchas otras aplicaciones.
Las ventajas para el cliente son muchas. Se acortan los tiempos de servicio, se simplifican las transacciones, se ofertan productos y servicios más adecuados a las necesidades, entre otras. Para las empresas también hay ventajas, como el incremento de la productividad, una lectura más precisa de las necesidades del cliente y otras más que al final se traducen en mayor eficiencia y rentabilidad.
Pero no todo es beneficio ya que la IA implica la desaparición de algunos trabajos. Algunas posiciones tipo vendedores, empleados bancarios, traductores y otros, ya lo están sufriendo. Y poco a poco la IA seguirá avanzado y afectará a choferes, empleados contables, determinados profesores y varios otros. Pero donde hay un problema siempre hay una oportunidad y esta se da para aquellas personas que se preocupan por estudiar y adquirir nuevas habilidades que sean acordes a las nuevas necesidades.
Sin embargo, haciendo sumas y restas se espera que más sean los trabajos que se pierdan que los que se ganen en aquellos campos en que la IA sustituye al ser humano, motivo por el cual en algunos países ya se habla de programas de asistencia social para quienes queden desempleados. Situación especial es la del Perú, donde felizmente tenemos el privilegio de tener industrias con gran potencial de generar nuevos puestos de trabajo (agroindustria y minería, por mencionar dos), pero que requieren atraer inversión a través de un apoyo decidido del Estado en términos de brindar seguridad y reglas de juego claras.