Normalmente quienes más conocen de la operatividad de una empresa son quienes están más cerca de la “acción”. Por ejemplo, los vendedores son quienes más conocen de los clientes y los operarios de la planta en la que trabajan.
Por otro lado, el esquema tradicional de organización de una empresa, reflejado en su organigrama, semeja a una pirámide donde el máximo directivo, llámese gerente general o CEO, está arriba para ir descendiendo a gerencias de línea o jefaturas hasta llegar al nivel inferior donde suelen estar vendedores, operarios y otros. Por cierto, este esquema tiene implícita una verticalidad que lleva a tomar muchas decisiones en los niveles superiores y donde los niveles inferiores se limitan a ejecutar lo que se decidió.
Una consecuencia común que se deriva de los dos párrafos anteriores es que quienes están tomando decisiones, dada su lejanía de la “acción”, conocen menos de determinados temas que los que están en los niveles inferiores.
Por este motivo, surge el esquema del organigrama al revés, donde arriba están los que en teoría solo deberían hacer labores operativas y abajo están los directivos. Lo dicho implica una mayor agilidad de la empresa, dado que los niveles operativos deben tomar determinadas decisiones y no limitarse solo a ejecutar, y los niveles superiores deben delegar la mayor cantidad posible de decisiones y migrar a un trabajo más ligado al soporte y la estrategia. De esta forma se privilegia a quienes están más cerca de la “acción” y que conocen más de ésta, sea personal de ventas, de planta o de almacén.
El esquema suena bien en el papel y en realidad funciona mejor en la medida en que se den ciertas condiciones. Si nos referimos a los niveles inferiores, que son superiores en el nuevo esquema, es importante contar con personas con las competencias necesarias, adecuadamente entrenadas y, principalmente, que interioricen que el tomar decisiones implica responsabilidades. En cuanto a los niveles superiores, ahora inferiores, el tema es más complejo dado que es necesario delegar, algo difícil de ejecutar porque implica pérdida de poder, ya que éste se está cediendo a quien se supone está mejor preparado para esa labor específica.
Alberto Haito
Director – Arellano