Para los liderados, el desafío pasa por mantener el equilibrio de productividad, seguridad y ánimo frente a la pandemia del COVID-19.

Escrito por: Esteban Proaño, Consultor de Whalecom

Desde el inicio de la cuarentena, algunas actividades definidas como esenciales continuaron desarrollándose con sus esquemas habituales en plantaciones, yacimientos y fábricas, entre otros. En ese contexto, por lo general, los niveles operativos de las empresas están enfrentando una situación más difícil: deben realizar el trabajo diario con menores recursos de infraestructura personal (hábitat) y emocional (autocontrol).

La incertidumbre generada por la pandemia ha significado un golpe emocional para el grueso de los colaboradores que, normalmente, están menos preparados para manejar esta variable. Sin embargo, hoy por hoy, hacerlo es de vital importancia, pues repercute en su productividad y seguridad. Manejar las emociones (miedo, ira, negación) a la par de la responsabilidad laboral, es un reto.

Numerosas empresas han accionado rápida y certeramente, organizando y brindando una primera línea de contención a sus colaboradores (protocolos, elementos de protección personal -EPP-, traslados), en especial para aquellos que están en el “frente de batalla”.

Completada esta primera acción, los siguientes pasos para las organizaciones son: mantener la productividad dentro de los escenarios definidos por cada empresa para cada sector y sostener los niveles de seguridad que eviten riesgos o perjuicios para la empresa, los colaboradores y los clientes, ante la sensación de inquietud (empleo – ingresos – salud). Por último, deben conservar el temple emocional, bajo presión e incertidumbre, para minimizar situaciones de tensión o desánimo que pueden eventualmente perjudicar la productividad y el compromiso.

Sosteniendo el presente, habrá futuro

¿Qué más podemos hacer por nuestros colaboradores? Fortalecerlos y apoyarlos para mantener el temple emocional será lo que marque la diferencia, tanto en la productividad como en el compromiso con la organización. Esto implicará brindarles herramientas adecuadas que los ayuden a tener más recursos al momento de gestionarse a sí mismos y a sus equipos.  

En ese sentido, un Programa de Productividad, Inteligencia Emocional y Seguridad para fortalecer a los colaboradores debe ser breve, por lo que las intervenciones deben requerir poco tiempo para no distraerlos de los aspectos del negocio. También debe ser útil, por lo que se debe combinar instancias de participación y escucha para contener y entender a los participantes, con herramientas que brinden tips para gestionar(se) en ese momento.

El programa además debe estar diseñado en módulos independientes que puedan ser desplegados en la modalidad más conveniente para cada target. Y, por último, dadas las restricciones presupuestarias del momento, debe ser económico.

Objetivos claros

Para que este programa sea exitoso, es necesario tener claridad de objetivos a tres niveles: empresa, líderes y operarios. En el primer caso, hay que visibilizar los factores “soft” que afectan la seguridad y productividad, así como obtener alertas tempranas para actuar preventivamente ante contingencias en esos aspectos.

En el caso de los líderes, hay que brindarles herramientas para una mejor gestión de sí mismos (Inteligencia Emocional y Engagement) y de sus colaboradores (equipos / personas) en los aspectos “soft” (comunicación, liderazgo, motivación y empatía).

Respecto a los operarios, los objetivos deben estar orientados a fortalecer el engagement con la empresa y contribuir al fortalecimiento de sus competencias emocionales y motivacionales para preservar la seguridad y productividad.

Finalmente, hay que recordar que los operarios son normalmente preparados en materias técnicas acordes a su rol. Esto los hace profesionales muy competentes en sus áreas, pero no necesariamente en su aspecto motivacional, actitudinal y emocional, razón por la cual es muy importante fortalecerlos para la actual situación y para lo que se viene en los próximos meses.