Un posible escenario alcista requiere una rápida desescalada comercial entre EE.UU. y China.
Los mercados financieros internacionales enfrentan una creciente marea de incertidumbre impulsada por el recrudecimiento de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la presión inflacionaria latente y la divergencia entre los datos económicos y las perspectivas políticas. En este contexto, los bancos centrales y los actores institucionales recalibran sus expectativas mientras los inversores operan en un entorno dominado por tensiones geopolíticas, mensajes contradictorios desde la administración Trump y datos mixtos del sector corporativo.
En Estados Unidos, la publicación del balance presupuestario federal de marzo evidenció un déficit de 161 mil millones de dólares, peor al previsto (-115.9 mil millones), aunque menor al del mes anterior (-307 mil millones), lo cual indica una mejora marginal pero insuficiente para calmar los temores fiscales. El secretario del Tesoro, Bessent, aseguró que se logrará un aumento en el techo de deuda, y subrayó la intención de iniciar conversaciones comerciales formales con Vietnam. Paralelamente, la administración Trump aprobó un plan presupuestario que extiende los recortes de impuestos y refuerza su narrativa fiscal expansionista.
No obstante, el dólar estadounidense se encuentra bajo presión. La demanda por activos refugio se ha intensificado, empujando al euro hasta 1.14 dólares —su nivel más alto en tres años— mientras la libra esterlina alcanzó 1.303 y el yen japonés se ubicó por debajo de 143. Esta depreciación refleja el creciente rechazo del mercado a la volatilidad política de Washington. Desde Bloomberg y SMBC Nikko se advierte que los bonos del Tesoro están siendo tratados como activos de riesgo, mientras se especula con una posible venta de deuda estadounidense por parte de China. En este contexto, Apollo reveló que los inversores extranjeros poseen $19 billones en acciones estadounidenses, $7 billones en Treasuries y $5 billones en crédito corporativo, lo que representa aproximadamente el 30% del total en bonos y crédito circulante.
Desde la Reserva Federal, los discursos de sus principales miembros reflejan la complejidad del escenario. El presidente de la Fed de Kansas City, Jeffrey Schmid, advirtió sobre un aumento en el riesgo de inflación y crecimiento debilitado, afirmando que “el comportamiento del consumidor será puesto a prueba” y que la deuda pública estadounidense crece a un ritmo insostenible. Por su parte, Austan Goolsbee (Fed de Chicago), aunque más moderado, destacó que la política monetaria debe mantenerse en “modo de esperar y ver”, subrayando que los aranceles actuales son una amenaza para el crecimiento y podrían empujar la inflación al alza. Ambas posturas coinciden en la necesidad de cautela ante un entorno de alta volatilidad.
El temor no se limita a lo económico. El Índice de Miedo y Avaricia cayó a 8/100, registrando niveles de “miedo extremo”. El mercado de futuros del S&P 500 se mantiene en zona de fuerte resistencia, con niveles técnicos clave entre 5300 y 5700 puntos, según ZeroHedge. El sector energético tampoco escapa al impacto: la EIA recortó su pronóstico de producción de crudo estadounidense en 100,000 barriles por día y redujo en 400,000 barriles diarios la estimación de crecimiento de la demanda global para 2025, en parte debido al efecto de los aranceles de represalia de China sobre productos como el propano.
En el plano corporativo, los bancos iniciaron la temporada de resultados con señales mixtas. JPMorgan superó ampliamente las expectativas, reportando ingresos ajustados por $46,010 millones frente a los $44,390 millones esperados. Las operaciones de renta variable generaron $3,810 millones (vs. $3,180 millones esperados), mientras que FICC (renta fija, divisas y commodities) generó $5,850 millones, levemente por debajo de los $5,990 millones estimados. La banca de inversión decepcionó con $2,270 millones frente a los $2,340 millones esperados. Por el contrario, Wells Fargo reportó ingresos por $20,150 millones (vs. $20,730 millones esperados) y sus ingresos netos por intereses también quedaron por debajo del consenso ($11,500 millones vs. $11,810 millones).
BlackRock sorprendió positivamente con un beneficio ajustado por acción de $11.30 billones, superando con claridad los $10.11 billones previstos, aunque los ingresos totales de $5,280 millones quedaron apenas por debajo del consenso ($5,300 millones). En paralelo, el estratega Michael Hartnett de Bank of America recomendó continuar vendiendo en los rebotes del S&P 500 hasta que la Reserva Federal intervenga y se disipe la tensión comercial con China, afirmando que el “excepcionalismo estadounidense ha sido reemplazado por el repudio estadounidense”.
En el frente político-comercial, la tensión entre EE.UU. y China alcanzó nuevos máximos. El Ministerio de Finanzas chino anunció aranceles adicionales a productos estadounidenses a partir del 12 de abril, llevando la carga arancelaria al 125%. La administración Trump respondió con una nueva subida, elevando los aranceles a China hasta un 145%, lo que fue confirmado por funcionarios de la Casa Blanca. El presidente Trump, aunque reiteró su deseo de alcanzar un acuerdo comercial, descartó excepciones por el momento. “Usaremos el dinero de los aranceles para pagar la deuda”, afirmó. Además, advirtió con nuevas medidas contra México por presuntas violaciones del Tratado de Aguas de 1944, generando inquietud sobre un posible frente arancelario múltiple.
En una señal más agresiva, la administración considera excluir a empresas chinas de las bolsas estadounidenses, una propuesta que podría materializarse con el nuevo liderazgo de la SEC. Xi Jinping, en una reunión con el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, declaró que “no hay ganadores en una guerra arancelaria” y advirtió que oponerse al mundo conlleva a un aislamiento autodestructivo. China, a través del Banco Popular, reafirmó su política monetaria “moderadamente laxa” y descartó devaluaciones agresivas del yuan para contrarrestar los aranceles. Según analistas encuestados por CNBC, Pekín optará por una depreciación ordenada y gradual para evitar inestabilidad financiera.
En Europa, el Banco Central Europeo mantiene su enfoque prudente. Christine Lagarde declaró que el BCE está listo para usar todos sus instrumentos para asegurar la estabilidad de precios. François Villeroy, también del BCE, advirtió que seguir la desregulación financiera de Trump sería un error para la Unión Europea, asegurando que esa vía “siembra las semillas de futuras crisis”. Mientras tanto, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, mantiene estrechas conversaciones con líderes como el primer ministro canadiense Mark Carney para coordinar respuestas a la política comercial estadounidense. Asimismo, la UE y China han iniciado negociaciones para abolir los aranceles europeos a los vehículos eléctricos chinos, en un movimiento que busca descomprimir el frente asiático.
Desde el Reino Unido, la vicegobernadora del Banco de Inglaterra, Breeden, mostró preocupación por el impacto de la volatilidad cambiaria en la inflación británica, mientras el Banco de Inglaterra mantiene la flexibilidad como eje de su política monetaria. El euro y la libra continúan apreciándose frente al dólar, acentuando los desafíos para las exportaciones estadounidenses.
El sistema económico global está siendo probado por una conjunción de presiones inflacionarias residuales, una geopolítica cada vez más impredecible y un dólar en retirada. Si bien la economía de EE.UU. muestra resiliencia, los riesgos sistémicos aumentan ante la escalada arancelaria y la política fiscal expansiva sin contrapeso. La Reserva Federal se encuentra en una encrucijada: actuar demasiado rápido podría agravar la volatilidad; actuar con demora podría permitir que las expectativas de inflación se desanclen.
Los mercados enfrentan un delicado equilibrio. Un posible escenario alcista requiere una rápida desescalada comercial entre EE.UU. y China, estabilidad política interna y señales claras de la FED sobre un posible recorte de tasas. El escenario bajista contempla un deterioro adicional de las relaciones comerciales, ventas masivas de Treasuries por parte de actores extranjeros, y una inflación estructuralmente más alta empujando al alza los tipos de largo plazo.
Desde una perspectiva táctica, se recomienda cautela en activos de riesgo, con preferencia por sectores defensivos, exposición táctica al oro y divisas refugio, y vigilancia continua sobre la evolución del S&P 500 frente a los niveles técnicos críticos. La flexibilidad operativa será clave en un entorno donde las decisiones políticas están moldeando la trayectoria económica global con más fuerza que los fundamentos.