Entre dumbphones y humanos sintéticos: el desafío de mantener nuestra esencia

Por Gabriel Antelo, VP de Tecnología de Globant

El pelo es un molde. Y su barba también. De esas tupidas pero que se piensan centímetro a centímetro: cierto espesor que cubre hasta cierta parte de los pómulos y una determinada facción del cuello.  Tiene menos de 40 años, anteojos y tatuajes. Un identikit propio de empleado de Google – por referenciar – pero no. Y dijo eso que nadie se esperaba: “cambié mi smartphone por un dumbphone”.

Hay cosas que Gabriel Boric no es: empleado de Google.  Hay cosas que sí:  el presidente más jóven de la historia de Chile. Un millennial que anunció haber hecho aquello que no muchos jóvenes de su generación hacen: cambiar el smartphone – de la gama que imaginemos – por un dumbphone: un celular de bolsillo que solo recibe mensajes de texto.  Ni Whatsapp, ni Instagram, ni email, ni X. Es decir, casi nada.

El sitio donde lo manifestó también es icónico;  el escenario principal del Congreso Futuro, que se celebra anualmente en Santiago de Chile para hablar de las principales tendencias tecnológicas. Luego las jornadas continuaron y en el bloque 6 del primero de los seis días de evento hubo una pregunta que resonó particularmente: ¿tendrá futuro el humano y la humanidad en la era de la inteligencia artificial?

Lo de Boric fue, digamos, un llamado a las buenas conductas individuales en pos del “detox” digital. Y tiene argumentos: la psicóloga Jean Marie Twenge – en su libro iGen- confirma que el uso excesivo de smartphones y redes sociales tiene un impacto directo en el bienestar mental de los jóvenes. Alista: mayores niveles de ansiedad, depresión y aislamiento social.

Pero el otro interrogante – que conecta futuro con humanidad  y, de alguna manera, la contrapone con la era de la inteligencia artificial – es mucho más grandilocuente. Requiere respuestas colectivas y muchas de ellas tienen que ser desarrolladas por las empresas.

En el último informe de tendencias tecnológicas en las industrias que realizamos en Globant, una de las que pica en punta para comenzar a consolidarse  en 2025 es la de humanos sintéticos. Estas entidades digitales ahora ofrecen apariencias, emociones y comportamientos realistas, fomentando interacciones más genuinas en sectores como el servicio al cliente, la educación y la salud. También promete revolucionar el comercio minorista al actuar como compradores personales y la atención médica al ofrecer apoyo e información continuos. Se prevé que la industria de humanos digitales, AI Avatars, crezca de $5.590 millones en 2023 a $67.540 millones en 2032, con una Tasa de Crecimiento Anual Compuesto del 31,9%.

En el sector corporativo, estoy convencido de que las empresas debemos incorporar los últimos avances de IA para ser más competitivos; en este caso los humanos sintéticos serán una herramienta clave de eficiencia de procesos. Pero también creo que esta tecnología no reemplazará al juicio humano: son complementos que potenciarán a las personas. A los usuarios les brindará soluciones en menor tiempo y a los trabajadores abocarse a lo realmente importante para aportar cada vez más valor.

Al igual que Boric plantea límites en la conectividad para evitar lo nocivo, con la IA generativa sucede lo mismo: herramientas como Chat GPT son útiles para tareas mecánicas, como recopilar información o generar ideas iniciales, pero el impacto comunicativo depende de la sensibilidad y creatividad humana. La tecnología debe ser un soporte que optimice procesos, no un sustituto del aporte humano.

La integración de humanos sintéticos en los procesos empresariales representa – como muchos de los desarrollos tecnológicos –  una oportunidad sin precedentes para mejorar los resultados de adaptabilidad de las organizaciones. Sin embargo, es crucial evitar caer en la fantasía distópica de un mundo dominado exclusivamente por interacciones con humanos sintéticos, donde nuestra esencia podría diluirse.

Para Aristóteles, la felicidad y el desarrollo personal dependían de nuestra naturaleza social y sensible. Somos eso: sociales y sensibles y – en consecuencia – empáticos. En 1984, el fotoperiodista Mohamed Amin documentó la hambruna en Etiopía. Sus imágenes impactaron a 470 millones de personas. Este hecho inspiró la creación de la canción “We Are the World” y el concierto Live Aid que logró recaudar 63 millones de dólares en una de las mayores iniciativas humanitarias de la historia. Eso no hubiera sucedido sin  la empatía.

Dentro de este contexto las empresas, y especialmente las que nos dedicamos al desarrollo de tecnología, debemos entender que no solo somos entes económicos, también somos actores sociales, y tenemos que asumir el rol de educar a nuestros empleados, clientes y comunidades sobre el uso de la tecnología. Un ejemplo concreto es Be Kind, una iniciativa impulsada por Globant, que propone invertir 10 millones de dólares para los buenos usos de la tecnología y que esta impacte positivamente: con el medioambiente, con las personas, con uno mismo y con la humanidad.

Hay que fomentar un equilibrio en el que las herramientas tecnológicas sean eso: herramientas que potencian a la humanidad y no que la desconectan de su esencia.

Cuando ingresé a la universidad para estudiar Ingeniería en Sistemas me remarcaron que era una carrera fundamentalmente social. Nuestro objetivo era – y lo sigue siendo –  resolver problemas cotidianos: que la gente haga menos filas o  resuelva más fácil sus trámites, pero siempre evitando generar un impacto negativo de la tecnificación.

En un mundo saturado de mensajes, lo que sucedió en Congreso Futuro corre el riesgo de tornarse una anécdota de color. Es nuestra responsabilidad volver siempre a la pregunta del principio: ¿tendrá futuro el humano y la humanidad en la era de la inteligencia artificial?  Y también ensayar una respuesta: Sí, un futuro potenciado en tanto y en cuanto las empresas actuemos con conciencia.