Pese a haber contado con su apoyo, el sector petrolero estadounidense se siente traicionado. Una medida inesperada ha desplomado los precios del crudo y desatado una tormenta interna.
El precio del petróleo estadounidense se tambalea, y con él, la paciencia de una industria que fue clave en el ascenso político de Donald Trump. El crudo de referencia West Texas Intermediate (WTI) ronda los 62 dólares por barril, una cifra crítica que marca la delgada línea entre ganancias y pérdidas para los productores de esquisto. En solo días, el precio ha caído más del 20%, en parte como consecuencia directa de la política arancelaria impulsada por el expresidente.
La tensión se ha hecho palpable en eventos como el torneo de golf «Spring Swing», organizado por la Asociación del Petróleo de la Cuenca Pérmica. Allí, las quejas no giraban en torno a golpes fallidos, sino al desplome del mercado y al aparente desinterés de Trump por las consecuencias. Varios ejecutivos ya lamentan haber apoyado su campaña.
La situación se ha agravado con el anuncio de la OPEP y sus aliados de triplicar el incremento de producción previsto, justo después de los aranceles de Trump. Esto ha profundizado el desajuste entre oferta y demanda, acelerando la caída del WTI. Mientras tanto, el exmandatario celebraba el posible descenso del precio de la gasolina a 2,50 dólares por galón, una señal que el sector interpreta como desconexión total.
Los efectos se sienten en el mercado bursátil: la mitad de las 20 acciones con peor desempeño en el índice S&P 500 desde el anuncio de los aranceles pertenecen al sector energético. La producción podría caer en más de un millón de barriles diarios si el precio baja a los 50 dólares, según S&P Global Commodity Insights.
Aunque muchos valoran los esfuerzos de Trump por reducir regulaciones y habilitar terrenos para exploración, las voces críticas no se esconden. Bryan Sheffield, directivo del sector, fue contundente: “Trump es de Nueva York; es yanqui. No está tan cerca de nuestra industria como creemos”.
Ahora, la industria que ayudó a consolidar el dominio energético de EE.UU. enfrenta una encrucijada: sobrevivir al impacto de las decisiones de un presidente al que respaldaron o buscar un nuevo rumbo en medio de la incertidumbre global.