Cornerstone analiza cómo las organizaciones pueden integrar la innovación en su cultura, a través de comportamientos concretos liderados desde la alta dirección y sostenidos en toda la estructura organizacional.
Las organizaciones necesitan adaptarse con rapidez y generar entornos donde el cambio sea parte de su cultura. Para lograrlo, la innovación no puede limitarse a un área o iniciativa aislada: debe integrarse como un valor activo y transversal, practicado de forma cotidiana.
Ese es uno de los principales hallazgos de Cornerstone en su trabajo con líderes organizacionales: el reto no está en declarar la innovación, sino en sostenerla desde el comportamiento y el liderazgo diario.
“La innovación no se decreta ni se delega. Se activa cuando el liderazgo genera las condiciones culturales para que las ideas no solo aparezcan, sino se sostengan”, afirma Diego Cubas, CEO Perú y Presidente Latam en Cornerstone.
Cuando el valor se vuelve cultura
Según el estudio HR Trends 2025, el 76 % de los líderes de talento en la región considera clave el desarrollo continuo de habilidades para mantener la competitividad. Sin embargo, esto solo es posible si la cultura organizacional facilita el aprendizaje, la experimentación y la posibilidad de cuestionar sin temor.
Desde esa perspectiva, Cornerstone trabaja con líderes a través de iniciativas como Leadership & Innovation y Transformación Cultural, enfocadas en alinear valores declarados con comportamientos reales. El objetivo no es inspirar con mensajes, sino transformar con coherencia.
Convertir la innovación en cultura organizacional
La innovación solo se sostiene cuando se convierte en práctica organizacional diaria. Estas son cinco acciones clave que, según la experiencia de Cornerstone, permiten que este valor se viva en toda la organización:
- Escuchar activamente en todos los niveles. Las culturas innovadoras eliminan filtros jerárquicos y dan espacio a las ideas sin importar su origen.
- Aceptar el error como parte del aprendizaje. “Sin permiso para equivocarse, no hay espacio real para innovar”, afirma Diego Cubas. En entornos innovadores, el error se analiza, se ajusta y se convierte en mejora.
- Alinear el discurso con la acción. El valor de la innovación debe verse reflejado en cómo se lidera, cómo se decide y qué se reconoce.
- Modelar desde la alta dirección. “Los equipos replican lo que ven. Si el liderazgo no actúa con coherencia, la innovación se convierte en discurso vacío”, añade Cubas.
- Crear estructuras para experimentar con agilidad. Innovar requiere espacios seguros para probar, fallar y aprender rápidamente, sin temor a ser penalizado.
Un llamado a la acción para quienes lideran
Hablar de innovación no es suficiente. En un entorno donde las reglas cambian con velocidad, liderarán aquellas organizaciones que logren convertir este valor en cultura viva, sostenida y transversal. El verdadero reto no es generar más ideas, sino construir entornos donde esas ideas puedan avanzar sin pedir permiso.
“La innovación no es un área ni un proyecto puntual. Es una forma de operar. Y empieza cuando dejamos de declararla como valor y comenzamos a sostenerla con hechos”, concluye Diego Cubas.