- El cambio climático está desafiando la seguridad alimentaria. Por ello, es importante implementar iniciativas de agricultura regenerativa, que permitan asegurar un futuro más sostenible, mejorando la salud del suelo, aumentar la biodiversidad y lograr una mayor resiliencia de los cultivos.
Bastante se habla de las consecuencias directas del cambio climático sobre la población, como la falta de agua potable producto de sequías prolongadas, el desplazamiento de cultivos, el incremento de la resistencia en malezas, plagas y enfermedades, o la afectación causada por devastadores incendios, inundaciones o huracanes, cada vez más frecuentes.
Sin embargo, hay un efecto de largo plazo que aún no llega a las portadas de la prensa: cómo todos estos fenómenos están poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de millones de habitantes de las más diversas latitudes. El aumento de temperaturas, las sequías prolongadas y las lluvias intensas afectan la productividad agrícola, mientras que la erosión y la pérdida de materia orgánica disminuyen la fertilidad del suelo. Sin duda, la degradación de la tierra y la variabilidad climática impactan especialmente a los pequeños agricultores, quienes son más vulnerables a estos eventos. Además, la alteración de las condiciones hace que las zonas aptas para ciertos cultivos se vean desplazadas, lo que obliga a los agricultores a adaptarse o abandonar sus prácticas tradicionales.
Ante este escenario, es urgente cambiar el modelo de producción agrícola para hacerlo más resiliente. Se trata de cambios que deben ser impulsados por un trabajo colaborativo, que involucre a las autoridades y entes privados, pero que sin duda debe ser impulsado por los propios agricultores.
La agricultura regenerativa como solución
La agricultura regenerativa es un enfoque que busca restaurar la salud del suelo, incrementar la biodiversidad y mejorar la resiliencia de los sistemas agroalimentarios frente al cambio climático. Este modelo no solo se centra en la producción de alimentos, sino también en la recuperación de los ecosistemas agrícolas.
Junto con CIAT y SOLIDARIDAD, BASF trabaja en iniciativas como el modelo agroforestal KAJVE. Un proyecto que tiene como objetivo mejorar tanto el entorno natural como la situación socioeconómica de los agricultores, aumentando su capacidad para afrontar las adversidades climáticas. Las prácticas regenerativas incluyen técnicas como la rotación de cultivos, la labranza mínima, el uso de cultivos de cobertura y la integración de árboles en los sistemas agrícolas.
Entre sus beneficios están el restaurar la fertilidad y salud del suelo, mejorando su capacidad para retener agua y nutrientes. Además, favorece la biodiversidad, lo que reduce la dependencia de insumos externos como fertilizantes y agroquímicos. El uso de cultivos de cobertura y la rotación de cultivos, por ejemplo, protegen el suelo de la erosión y mejoran su rendimiento a largo plazo.
“Otro punto importante de la agricultura regenerativa es su capacidad para aumentar la resiliencia al cambio climático. Al mejorar la estructura del suelo y aumentar la diversidad biológica, los cultivos se vuelven más resistentes a las condiciones extremas como sequías e inundaciones. Sumado a ello, contribuye a la captura de carbono al incrementar la materia orgánica del suelo, ayudando a mitigar los efectos del cambio climático”, señala Leonardo Virviescas, Marketing Communications Regional Lead.
Para los agricultores interesados en adoptar estas prácticas, el proceso puede comenzar con pequeños pasos. Iniciar con áreas reducidas y expandir las prácticas a medida que se adquiere experiencia es una forma efectiva de integrar estos enfoques. Es fundamental contar con el apoyo de expertos y recibir asesoría técnica personalizada.
En síntesis, con el apoyo adecuado y la implementación de prácticas regenerativas, los agricultores pueden transformar esta industria y garantizar la seguridad alimentaria, mientras protegen los recursos naturales para las próximas generaciones.