Invertir en educación es fundamental. Seguramente nadie esté en contra de esta afirmación, aunque sí difieran al momento de pensar en cómo, cuánto y quiénes deben realizar esa inversión. En un mundo cada vez más desafiante, la educación se ha convertido en un factor determinante tanto para el desarrollo personal y profesional, como para el crecimiento colectivo y social. No hay duda de que invertir en educación es una de las mejores iniciativas que puede llevar a cabo un país para mejorar a largo plazo el bienestar de su población.
Empecemos por analizar cuánto presupuesto destinan los Estados. Según estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los países invierten un promedio de 4.2% de su PIB en instituciones de enseñanza, desde la educación primaria hasta la superior, si se suman los gastos público y privado. Lo anterior refleja un porcentaje inferior con respecto a la Unión Europea, que es del 5,1% y aún más por debajo de los miembros de la OCDE cuyo promedio es de 5,3%.
“El tema es en dónde se invierte y el nivel de eficiencia al momento de hacerlo. Invertir la misma proporción del PIB, no es igual a invertir lo mismo por cada persona en edad escolar. Es en este punto donde las diferencias son abismales, ya que los países de la OCDE invierten casi seis veces más por estudiante que los países de América Latina y el Caribe, y esto sin profundizar en las diferencias al interior de cada país y región”, comenta Natalia Jasin, Directora General y Fundadora de Bounty EdTech.
Ahora veamos qué sucede con la inversión privada en educación. Un informe de Maple Bear, América Latina señala que en el último semestre del 2022 hubo un total de 1.2 millones de dólares de inversión para más de 523 empresas emergentes y startups. Según la Asociación para la Inversión de Capital Privado en América Latina (LAVCA, por sus siglas en inglés), este monto superó el total registrado durante el 2021. Para el Banco Mundial una de las áreas que mayor oportunidad de inversión presenta es precisamente la creación de más empresas particularmente en sectores como educación, consumo, impacto social y tecnología.
La pregunta es, ¿qué impacto o ROI (Retorno de Inversión) esperamos generar desde las empresas en la educación?
“Sin educación no hay cambio ni mejora posible. Los bajos niveles de aprendizaje y el aumento de la deserción escolar en todos los niveles de enseñanza son la fuente de muchos de los problemas económicos y sociales de los países de América Latina y el Caribe. Esas inversiones en el campo educativo no sólo tienen que provenir de políticas públicas concretas, sino también desde el sector privado”, señala Natalia Jasin.
Las alianzas multisectoriales son un camino clave para lograr que la inversión genere cambios profundos y sostenibles. La Fundadora de Bounty EdTech comparte un ejemplo de trabajo conjunto exitoso: “Implementamos en países de Latinoamérica (Argentina, Brasil, México, etc.) el Programa Skills For Innovation para la Formación Docente en habilidades de la 4ta. Revolución Industrial de la empresa Intel® totalmente gratuito. La metodología implica alianzas con Gobiernos locales y nacionales para poder escalar de manera masiva la propuesta. Empezamos con 183 y en 2 años llegamos a 12.500 docentes formados. Esto implicó alianzas estratégicas con Organismos Gubernamentales, Empresas, Fundaciones y/o Universidades que puedan dar la Formación, Cámaras Tecnológicas, FabLabs y otros partners asociados (empresas IT, desarrolladoras locales, ensambladoras de dispositivos)”.
Esto implica entender el Negocio de quien invierte, acompañar la estrategia a largo plazo y sostener el programa a lo largo del tiempo pero siempre evaluando el impacto y los aprendizajes, es decir, visión del negocio y visión educativa. “Cuando la inversión sale de las áreas comerciales y no de filantropía o RSE, es fundamental combinar ambas perspectivas para darle a la Empresa que invierte lo que necesita para su ROI y a los Gobiernos programas educativos sin costo alguno que puedan articularse con su agenda digital, su cultura y la de sus docentes”, enfatiza Natalia Jasin.
Es importante que la Empresa pueda tener claridad de los objetivos establecidos de manera conjunta, poder ayudarlos para “abrir puertas” con las entidades públicas ya sean Ministerios de Educación, Innovación, Industria, Producción, Empleabilidad, etc.; y que sienta que su marca es reconocida no solo por las ventas que genera y su reputación comercial y de producto, sino también, el branding positivo que genera poder realizar acciones de impacto social y que lo vea reflejado en acciones concretas, medibles y duraderas.
“En cualquier programa educativo que uno lleve a cabo representando a las marcas, es fundamental que se trabaje en equipo con consensos mutuos, poniendo foco en la intervención en terreno y pensando primero en el impacto que eso va a traer en la Sociedad y cómo sostenerlo en el tiempo”, agrega la especialista en EdTech.
“Las cosas no se hacen en soledad sino con equipos confiables y personas que nos ayuden a llevar adelante este tipo de iniciativas con excelentes resultados y generando un win-win para todas las organizaciones que forman parte del proceso. La diferencia está en el liderazgo que le da la impronta a cualquier cosa que hagamos. Darle emocionalidad a las propuestas de negocio relacionadas con educación es la clave para involucrarnos en lo que hacemos, conectarnos con las personas que trabajan a nuestro alrededor y a quienes llegamos en cada rincón del mundo desde la generosidad y la satisfacción de formar parte del cambio real”, concluye Natalia Jasin.