Por Hernando Francisco Chica Zuccardi.
El campo es una verdadera industria. Genera empleo, progreso y desarrollo en todo el territorio nacional. Abre sus puertas antes de la madrugada y trabaja de manera tan sincronizada, que logra concertar su labor con el sol, la lluvia, los vientos y la tierra. Funciona como un reloj. Y su perfecto tic tac garantiza que los alimentos lleguen a nuestra mesa. Y como toda buena empresa, pasa de generación en generación.
El más reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) señala que el Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia está siendo impulsado por el trabajo que se hace desde el campo y que permite seguir avanzando hacia una economía productiva. Según la entidad, el PIB agropecuario creció 10,2% en el segundo trimestre de 2024, muy por encima del 2,1% al que creció el PIB de toda la economía, posicionándose como uno de los motores clave en el proceso de reactivación del país.
Me enorgullece decir que el Banco Agrario de Colombia hace parte de este importante hito. Nuestra entidad financia cerca del 34% del PIB agropecuario, acompañando a miles de familias colombianas que han encontrado en este equipo, un aliado para apalancar sus proyectos productivos. Y no solo eso. El 73% de los desembolsos de este tipo de créditos, han quedado en manos de pequeños productores, con recursos que ascienden a los 2,1 billones de pesos.
Campesinos como Gloria Osma. Una productora y comerciante agropecuaria. Toda una mujer rural que obtuvo un crédito con el Banco Agrario para impulsar su cultivo de maracuyá en Cundinamarca. El dinero lo ha invertido en la producción de la fruta y también, en nuevos procesos para lograr distribuir su cosecha en la plaza de Corabastos en Bogotá.
Historias como la de Gloria inspiran a seguir creyendo en la fortaleza del campo. A seguir impulsando a sus guardianes y apalancando esos proyectos agroindustriales que se gestan en las tierras fértiles y extensas de la Colombia profunda. Nos invita también a aprender de nuestros campesinos y el valor que le dan a la responsabilidad y puntualidad a la hora de pagar sus deudas. Siempre tienen las puertas abiertas en nuestro banco, porque reconocen el valor de estar al día en el pago de sus créditos.
El campo es una empresa y cuenta con empresarios de todos los niveles. Para nosotros, cobran especial importancia los pequeños, la base, a los que hay que seguir acompañando e impulsando. Porque desde el Banco Agrario queremos que los sueños de nuestros campesinos se conviertan en proyectos reales y sostenibles. Somos una banca con recursos, pero también con vocación, porque creemos que, al fortalecer la agroindustria, generamos un impacto inmediato y empezamos a construir un verdadero futuro.
Como en la cosecha, esta siembra es una apuesta hacia adelante. Hoy sembramos y cuidamos la tierra con esmero, esperando recibir muy pronto los buenos frutos. Vamos bien. Sin embargo, el verdadero premio llegará con los años. Nuestro legado se reflejará en un campo más fuerte y eficiente que recibirá todos los réditos, el trabajo, el sacrificio y la gestión que hoy estamos haciendo. Porque las buenas empresas se proyectan hacia el futuro.