Por: Didier SAINT-GEORGES, Managing Director de Carmignac Risk Managers.
La situación actual de los mercados resulta interesante para efectuar una reflexión provechosa. Desde hace más de una década, la realidad económica se ha forjado al son de unos ritmos de actividad anémicos a escala mundial, aunque positivos. La economía mundial ha sido escenario de una sucesión de miniciclos intermedios (repunte en 2012-2013, recaída en 2014-2015, nuevo repunte en 2016-2017 y ralentización en 2018-2019). En 2020, la principal incógnita consiste en determinar si volverá a producirse una pequeña recuperación 0 si, por el contrario, asistiremos a una desaceleración.
El ánimo de los inversores ha reflejado su percepción de estos miniciclos, pero también se ha visto influido por las incertidumbres en el plano político, principalmente por las hostilidades comerciales de Trump. La política monetaria desempeñó un importante papel en los miniciclos. La capitulación del banco central estadounidense a principios de 2019, constituyó un importante catalizador de los mercados bursátiles. En 2020, la evolución de la postura de los bancos centrales resultará fundamental.
Desde el pasado septiembre, la FED ha inyectado más de 400 mil millones de dólares en el sistema financiero estadounidense. La continuación —o no— de esta ingente inyección de liquidez constituye una de las claves principales para el futuro de los mercados este año.
No cabe duda alguna de que la Reserva Norteamericana no tiene intención de renunciar a su objetivo de independencia aceptando financiar la deuda del Gobierno de Trump. Sin embargo, los dos últimos años confirmaron, si es que era necesario, la imposibilidad técnica para la FED de reducir su apoyo a los mercados sin provocar fuertes turbulencias. Por otro lado, las previsiones de inflación siguen siendo contenidas y, por tanto, continúan confiriendo a ese banco central un amplio margen de maniobra. El equilibrio —que se ha vuelto precario— entre apoyo activo y voluntad de rehuir la acusación de incentivar el riesgo moral debería constituir en 2020 una cuestión más apremiante, y el dólar estadounidense podría sufrir las consecuencias. La cobertura del riesgo de divisa en nuestros activos denominados en dólares constituye desde hace ya varios meses una primera medida para integrar este riesgo.
Los mercados siguen extasiados por la dinámica de finales del 2019 y, por tanto, expuestos por su creciente debilidad a los errores en el plano político, y no solo en la vertiente monetaria. Por consiguiente, a diferencia del año pasado, consideramos sin género de dudas que en este habrá que aplicar una gestión verdaderamente activa, en vez de una gestión basada en tendencias.