Giancarlo Ameghino, Gerente de Gestión y Desarrollo Humano del Grupo Crosland
En el Perú, el 5,2% de la población tiene alguna discapacidad, lo que significa que más de 1 millón de peruanos se encuentran dentro de este grupo. Sin embargo, sólo 45 de cada 100 personas con discapacidad forman parte de la Población Económicamente Activa, según lo estimó el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
Esto solo refleja la dificultad que tienen las personas con discapacidad para insertarse dentro del mundo laboral, pese a las regulaciones establecidas en la Ley General de la Persona con Discapacidad, la misma que busca impulsar el acceso a puestos de trabajo dignos y con condiciones laborales adecuadas y seguras.
Por ello, resulta importante desmitificar el concepto que tienen las empresas hacia este importante grupo poblacional frente al trabajo, y así adoptar una mentalidad positiva para con ellos; que, sobre todo, les permita ver su potencial laboral y no sus debilidades físicas.
Los equipos a cargo del reclutamiento del personal deben ver el valor diferencial que se obtiene al contratar a personas discapacitadas, ya que, gracias a este elemento diferenciador y humano, mejorará la imagen corporativa de la empresa, permitiéndole llegar a nuevos clientes y mercados, principalmente los que apoyen y repliquen las buenas prácticas y no sólo limitarse al 3% obligatorio por ley.
Por otro lado, a nivel interno, está comprobado que la presencia de trabajadores con discapacidad, además de vencer barreras físicas y psicológicas entre los colaboradores, unifica a los equipos de trabajo y representa un desafío colectivo de productividad, debido a su responsabilidad, colaboración y perseverancia en las jornadas diarias.
En el clima laboral también se refleja el cambio, ya que los colaboradores tienen la posibilidad de compartir tareas con personas que tienen habilidades distintas, lo que se convierte en una experiencia enriquecedora a nivel humano, pues fomenta la tolerancia entre ellos.
Finalmente, es importante tomar en consideración que, al contratar a personas con discapacidad, debe cambiar la cultura empresarial, pues, deben estar dispuestos a intentar siempre ponerse en su lugar para comprenderlos, no ayudarles sin consultar porque denota desconfianza y, sobre todo, evitar las frases compasivas. Ya sean trabajadores regulares o con alguna discapacidad, se rigen bajo las mismas condiciones laborales y se les debe ofrecer las mismas oportunidades para desarrollarse y crecer profesionalmente dentro de la organización.
DISCAPACIDAD INTELECTUAL
Más de millón y medio de familias tienen un miembro o pariente con discapacidad intelectual, de acuerdo al último Censo 2017 del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), los cuales deben incluidos en la sociedad de manera y permanente.
Por otro lado, las mujeres con discapacidad en nuestro país, con mayor vulnerabilidad por su condición especial, no han estado exentas de sufrir violencia como lo ha reportado el Programa nacional contra la violencia familiar y sexual.
De acuerdo a sus últimas cifras, la violencia que las aqueja proviene en un 62,6% de sus familiares, en 23.1% de su pareja o expareja, mientras que el 14.3% viene de desconocidos.
Ante esta situación y en el marco del Día de la No violencia contra mujer (25 de noviembre), el colectivo de mujeres con discapacidad demandó se promuevan políticas a favor de ellas, a fin de protegerlas en los diferentes espacios de la sociedad.
Según el INEI, sólo un 40.5% de la población con discapacidad solo logró acceder a la educación primaria. Mientras que un 70% se ha sentido o siente algún tipo de discriminación, dificultando seriamente su inserción en el mundo laboral, por ejemplo, pues se constata que solo 15% de ellas pueden acceder a un trabajo.