● Los eslabones de la cadena donde más se pierden y desperdician alimentos en América Latina y el Caribe son a nivel de consumo (28%) y producción (28%).
● Cada consumidor peruano desecha 67.34 kilogramos de comida en un periodo no mayor a doce meses.
El desperdicio de alimentos es un problema significativo en América Latina y el Caribe, donde se pierde el 11.6% de los alimentos producidos, equivalente a 220 millones de toneladas anuales, con un costo económico de, aproximadamente, 150.000 millones de dólares. Este desperdicio representa una pérdida de recursos importantes, tanto en términos de producción como de distribución, lo que afecta la eficiencia y sostenibilidad de los sistemas alimentarios, según la FAO.
Los eslabones de la cadena donde más se pierden y desperdician alimentos en América Latina y el Caribe son a nivel de consumo (28%) y producción (28%). No obstante, esta problemática representa una oportunidad de negocio para que las empresas y startups de la región encuentren formas innovadoras de reducir el desperdicio y generar ingresos, a la vez.
En la región han surgido diferentes modelos de negocio -conocidos como ‘food apps’- enfocados en evitar el desperdicio de alimentos y aprovechar esta oportunidad, a través de la venta de productos próximos a vencer con descuentos, como uno de los enfoques principales. Startups como Cheaf en México, Planet Oliver en Colombia y Nilus en Argentina están conectando a restaurantes y supermercados con consumidores para ofrecer estos productos en buen estado, pero con fechas de caducidad cercanas a precios rebajados.
El estudio “Cuantificación de las pérdidas y el desperdicio de alimentos en el Perú: un análisis de flujo masivo a lo largo de la cadena de suministro de alimentos” reveló que cada consumidor peruano desecha 67.34 kilogramos de comida en un periodo no mayor a doce meses. “El caso de la startup peruana Cirkula -plataforma gratuita de venta de alimentos para consumo que esté a pocas horas o días de ser retirado de góndola-, por ejemplo, es una iniciativa que no solo promueve un consumo más consciente y responsable entre los usuarios, sino que también ayuda a reducir el impacto ambiental asociado con el desperdicio de alimentos, transformando un problema en una oportunidad tanto para negocios como para consumidores”, comenta Willard Manrique, CEO del Grupo Crosland y especialista en Dirección Comercial por el PAD.
Por otro lado, algunas iniciativas se centran en la reutilización de los desechos alimentarios como compostaje o alimento para animales. Otro ejemplo es la empresa Mill, que ha desarrollado un contenedor doméstico que deshidrata los restos de comida y los convierte en una especie de mantillo que puede ser utilizado como compostaje o como ingrediente para alimentar animales.
El experto destaca la clara innovación en el sector a través de la implementación de tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial, que juegan un papel crucial en la optimización de la logística y la administración de inventarios. Esta innovación facilita significativamente la identificación y comercialización eficiente de los productos. “Estos enfoques comerciales no solo impulsan la generación de ingresos para las empresas participantes, sino que igualmente promueven ventajas económicas y ecológicas de mayor alcance”, señala.
Dentro de las ventajas mencionadas, se incluyen:
Manrique detalla que, en nuestro país, este modelo de negocios puede ser atractivo para los aliados del sector por varias razones: permite recuperar una porción importante del valor original de los productos, lo cual ayuda a mitigar los costos; atrae nuevos consumidores a sus establecimientos; y refuerza sus estrategias de marketing, alineándose con sus prácticas ecológicas y sostenibles.
Las estrategias implementadas por empresas y startups en América Latina para transformar el desperdicio alimentario en oportunidades comerciales destacan como una propuesta innovadora y ecológica frente a un desafío significativo en la región. “Al facilitar la conexión entre restaurantes y supermercados con los consumidores, y al dar una segunda vida a los desechos alimenticios, estas iniciativas no solo generan ingresos, sino que también minimizan el impacto ambiental y fomentan la seguridad alimentaria. Con el crecimiento y expansión de estos modelos de negocio, se prevé un impacto considerable en la reducción del desperdicio de alimentos y en el avance hacia una economía más circular y sustentable en nuestra área geográfica”, afirma.