El Rolling WACC permite proyectar tasas de descuento variables por año, en función del nivel de riesgo estimado.
En marzo de 2025, Donald Trump anunció su propuesta de aplicar aranceles fijos y variables a todas las importaciones en caso de volver a la presidencia de Estados Unidos. Este giro hacia un modelo abiertamente proteccionista ha generado una reacción inmediata en los mercados financieros, iniciando un ciclo de volatilidad aguda que ha obligado a los inversionistas a ajustar portafolios y reevaluar sus proyecciones de riesgo en los distintos sectores económicos, según indicó Christian Privat, socio de Antut Advisors.
“En este nuevo entorno, el riesgo sistemático se ha incrementado considerablemente. Uno de los efectos más visibles es la alteración del beta sectorial, indicador clave para la valorización de empresas. Dado que el beta mide la sensibilidad de un activo frente al mercado, cualquier cambio en la percepción de riesgo o en la política económica global puede distorsionar sus estimaciones. En consecuencia, las valorizaciones empresariales tradicionales enfrentan una presión metodológica significativa” dijo.
Explicó que la práctica de aplicar un único WACC (Weighted Average Cost of Capital) constante para descontar flujos de caja se vuelve insuficiente en entornos tan cíclicos y volátiles. Aquí toma protagonismo el concepto del Rolling WACC, que permite proyectar tasas de descuento variables por año, en función del nivel de riesgo estimado. Esta herramienta reconoce que no todos los periodos presentan el mismo grado de incertidumbre. Por ejemplo, 2025 y 2026 podrían implicar un riesgo mayor por la tensión geopolítica, mientras que 2027 en adelante podría reflejar una etapa de mayor estabilización, sujeta a nuevas decisiones monetarias y comerciales.
Asimismo destacó que el Rolling WACC no solo mejora la precisión del valor presente neto (VPN), sino que también dota de mayor coherencia al modelo de valorización, al permitir incorporar el comportamiento dinámico del riesgo. Así, la valorización deja de ser una fotografía estática y se convierte en un proceso vivo, con una lectura más cercana a la realidad futura esperada.
“Vivimos en un mundo donde los últimos 30 años han sido marcados por una sucesión de eventos extraordinarios: crisis financieras, atentados, pandemias, conflictos bélicos, disrupciones tecnológicas y polarización política. Esta carga histórica no tiene precedentes para una sola generación. En este contexto, el ejercicio de proyectar el valor de una empresa se convierte en una tarea altamente artesanal, donde el juicio profesional, el análisis de sensibilidad y la construcción de escenarios adquieren un rol protagónico” resaltó.
Por ello, toda valorización que aspire a ser útil para la toma de decisiones debe incluir más que cálculos: debe incorporar narrativa, contexto y documentación sólida de sus supuestos. La sensibilidad de los modelos ya no es opcional, sino esencial. Hoy más que nunca, los inversionistas buscan comprender los riesgos, no solo cuantificarlos.
Finalmente, en tiempos de “Trump”, valorar empresas exige una mirada distinta: flexible, analítica y profundamente conectada con la coyuntura. El profesional que logre interpretar adecuadamente los ciclos, anticipar las variaciones de riesgo y construir modelos adaptables será quien brinde verdadero valor en esta nueva era de incertidumbre.