Para formar nuevos líderes hay que partir por transformar las experiencias de aprendizaje.
El e-learning tiene más de 20 años de desarrollo en el mundo. Sin embargo, uno de los efectos de la pandemia del COVID-19 ha sido la abrupta y masiva migración desde la presencialidad hacia las plataformas virtuales para trabajar, relacionarse y capacitarse.
A nivel de la capacitación, este cambio implica más que el mero traslado de las prácticas de formación habituales en las empresas e instituciones educativas (por lo general, de carácter presencial) para realizarlas frente a una cámara con el soporte de una plataforma de comunicación. En ese sentido, los capacitadores están obligados a buscar entre distintos recursos tecnológicos (Zoom, Hangouts, Microsoft Teams, entre otros) que les permitan llegar a su audiencia con cierto nivel de acercamiento e interacción.
Nuevos tiempos, nuevas formas
Más allá de la tecnología, la formación virtual ha generado cambios a nivel de la didáctica, del manejo de los tiempos y las dinámicas. A su vez, ha creado la necesidad de desarrollar nuevas habilidades, no solo técnicas/tecnologías, sino también a nivel de diseño y transmisión del conocimiento, entre otras competencias. Todo ello para llegar a los participantes y obtener resultados óptimos.
“Además, la virtualidad trae limitaciones en tanto no siempre tenemos la cámara prendida, no vemos los gestos y las reacciones de las personas frente a una presentación. Adicionalmente, los participantes combinan actividades laborales y de capacitación con responabilidades domésticas y familiares, por lo que es más común tener interrupciones en una sesión. Definitivamente, el tiempo de atención de las personas es menor. Las sesiones deben estar muy bien diseñadas e ir al grano, porque hay poco margen para corregir errores o cambiar de ruta”, comenta Verónica Vargas Soto, docente de la Universidad Pacífico.
“Los formadores deben tener en cuenta que la experiencia del usuario es importante. Esto implica conocer al público y entender de qué manera aprende y cómo se conecta con la virtualidad. Cada audiencia interactúa de manera distinta con las herramientas virtuales y con el aprendizaje desde una computadora. Esto no necesariamente implica hacer un estudio exhaustivo, sino más bien estar abiertos a experimentar en las sesiones, recoger feedback y aprender. Por lo tanto, no es más que un trabajo iterativo”, explica Nora Szarazgat, consultora de Whalecom.
Desafíos.
A nivel de la educación virtual hay una serie de desafíos que los capacitadores deben afrontar:
1. Cambiar de mentalidad. Al inicio de la pandemia, los facilitadores adaptaron los contenidos que ya tenían para la capacitación presencial y trataron de hacerlo igual en la virtualidad. Esto ha sido un problema que demoró su “cambio de chip”. No se trata de adaptar lo que uno tiene, sino de volver a diseñarlo e incluso repensar los objetivos del trabajo a realizar.
2. Dar mayor importancia a los contenidos. La mayoría de los capacitadores estuvieron muy concentrados en qué hacer con la tecnología. Si bien fue y sigue siendo una necesidad adecuarse a nuevas plataformas, apps, recursos, etc., en muchos casos se descuidó el trabajo pedagógico: cómo organizar los contenidos, cuánto, cuándo, cómo. El tiempo de trabajo debe lidiar con todas las particularidades que trae consigo la nueva normalidad.
3. Cambiar de metodologías o la forma de implementarlas. Si bien algunos capacitadores sienten que se han adaptado, en lo concreto lo que ha ocurrido es que traspasaron sus clases de un entorno al otro. Por ejemplo, se siguen planteando casos de negocio con una extensión similar a la que solía tenerse en la presencialidad. Sin embargo, no hay posibilidad de que las personas trabajen con la misma extensión de lectura, de profundidad y de complejidad por la cuestión temporal que se detallaba y porque la posibilidad de la participación del docente para resolver se ve restringida en un entorno virtual.
4. Generación de valor. Se debe repensar la forma en que los docentes, formadores y facilitadores agregan valor al curso. Las habilidades que podían ser valiosas en la presencialidad -por ejemplo, hacer excelentes brief- no necesariamente lo son en la virtualidad.
5. Claridad y planificación. Los docentes tienen que ser claros en sus explicaciones y planificar mucho más las consignas de las actividades, para que la información llegue a las personas cuando éstas la necesitan. Además de mostrar y explicar lo que hay que hacer, se debe reforzar en una placa o en el chat. Tener menos canales para percibir la comprensión de los estudiantes requiere asegurarse de que la comprensión ocurra apelando a todos los medios posibles.
El formador interno
Debido a la pandemia y a las dificultades sanitarias para contratar formadores externos, muchas empresas están apelando a la formación interna, capacitando a su personal para satisfacer las necesidades de capacitación que antes cubrían con expertos externos. Esto genera un cambio de perfil, dado que este personal no necesariamente tiene experiencia previa en formación profesional
“Actualmente, hay formadores con reconocidos conocimientos técnicos, pero que no saben necesariamente cómo transmitirlos. E, incluso, personas que son buenas en su trabajo y que tienen dotes de docente, de narrador de historias y de orador, encuentran que eso no es suficiente para sostener dos horas de una sesión de capacitación virtual”, señala Nora Szarazgat.
Verónica Vargas Soto agrega que “antes, el facilitador se movía, interactuaba con los participantes con una mirada, con una sonrisa. Hoy estas opciones son más limitadas y se demanda una didáctica distinta, pues ya no es suficiente dar una buena exposición y responder las preguntas. Tenemos que pensar cómo interactuar con un público al otro lado de la pantalla. En este sentido las encuestas durante la sesión funcionan bien para saber que los participantes están ahí y recoger su mirada”.
Hoy, en cambio, cuando un capacitador pregunta cómo les fue a los participantes de una capacitación encuentra personas con las cámaras apagadas, con ropa inadecuada o pensando en los hijos. Esto hace que se deban buscar y aplicar nuevos mecanismos para tener un adecuado feedback.
Qué se viene
Szarazgat indica que “la facilitación virtual ha llegado para quedarse, pero no será 100% como se da ahora. Se debe considerar que al profesional latinoamericano le gusta reunirse y, además, que algunos temas y problemáticas merecen ser tratados de manera presencial”.
“No obstante, hay que entender que la virtualidad también brinda muchas oportunidades, como la posibilidad de llegar a muchas más personas, por lo que se pueden generar procesos de capacitación mucho más inclusivos. Esto permite generar redes y un sentido de comunidad con individuos que están en otros espacios, incluso mucho más lejanos”, añade Vargas Soto.
Finalmente, más allá de preocuparnos por todos los cambios que trae la virtualidad, hay que considerar que la pandemia del coronavirus está creando una gran oportunidad de renovarnos como profesionales.