Por: Diana Carrillo, Traductora – Intérprete de BDO Perú
La rápida evolución de nuestra sociedad gracias a la inteligencia artificial es cada vez más evidente. Los avances tecnológicos que pensábamos que sólo serían posibles en un futuro lejano ya están presentes en casi todos los ámbitos de nuestras vidas: ahora podemos contestar una llamada con nuestro smartwatch, sincronizar la lavadora con nuestros celulares e incluso podemos derribar las barreras del lenguaje con los llamados “traductores electrónicos”.
Con esta innovación tecnológica ahora al alcance de todos, ¿será cierto que la traducción automática logrará desplazar definitivamente a los traductores humanos en los próximos años?
La traducción es, como muchas otras, una profesión supeditada a los avances tecnológicos. Ahora es prácticamente inconcebible traducir sin una computadora y sin Internet, dejando atrás los días en los que se buscaba la definición de una palabra en diccionarios físicos. Gracias al significativo desarrollo de los recursos tecnológicos disponibles en la actualidad, los traductores profesionales ahora podemos simplificar tareas, optimizar costos y reducir el tiempo de entrega de una traducción hasta en un 40%.
Ahora bien, existen ciertas instancias en que la traducción automática ya ha reemplazado a los humanos, como en el caso de los servicios de atención al cliente mediante “chatbots” o de los usuarios comunes que recurren a las plataformas gratuitas de traducción automática en línea para comprender textos en otros idiomas. Sin embargo, recientes estudios demuestran que, pese a los progresos tecnológicos y los esfuerzos de investigadores y desarrolladores, la traducción automática está aún lejos de ser “perfecta” y esto se refleja cuando se emplea en el campo literario, en marketing y en el complejo mundo de los negocios. En este último rubro continúa siendo imprescindible la presencia de un traductor especialista que adapte el texto para el usuario final a fin de que dicha traducción resulte estilísticamente adecuada para su difusión, pues se ha comprobado que los errores cometidos al traducir automáticamente la información empresarial de un cliente pueden afectar la percepción de su marca y su reputación en el mercado.
Entonces, ¿cuál es el futuro de los traductores profesionales? Ante este nuevo escenario que ha revolucionado la actividad traductora, considero que los traductores no deberíamos ver a la traducción automática como un rival o una amenaza sino como un medio para agilizar nuestra producción y mejorar nuestras condiciones de trabajo. Es por ello que, en la medida en que la industria de la traducción automática continúe avanzando, nos corresponde adaptarnos a los cambios y trabajar junto con las “máquinas” para lograr mejores resultados.
Mientras las computadoras no logren comprender matices culturales, tecnicismos, ambigüedades, contextos y sentimientos, parecería que la industria de la traducción profesional está a salvo frente a la tecnología, al menos por ahora.