Por: Óscar Páez
En el contexto actual del complejo panorama económico en la mayoría de los países, producto de diferentes factores, los procesos de integración basados en el intercambio de bienes y servicios, el movimiento de factores a través de la migración y la dinámica de flujos de capitales, deberían jugar un rol clave en el curso de la recuperación de las economías.
En pleno confinamiento pandémico, fuimos testigos de que el comercio exterior se orientó prioritariamente a suplir los requerimientos esenciales de las personas (insumos de salud, alimentos y bebidas entre las principales), instalándose con fuerza la búsqueda del debido balance entre crecimiento y cadenas globales -regionales- de valor, medio ambiente, inclusión social, alimentación sana, teletrabajo y la prestación general de servicios virtuales, consolidándose el concepto de desarrollo sostenible. En síntesis, se generó una modificación de los patrones de consumo, lo que se ha traducido paralelamente, en un cuestionamiento a las matrices productivas tradicionales generadoras de la oferta exportable asociada.
Considerando el mandato de INTERNACIONALIZACIÓN de las empresas: promoción de la oferta exportable, promoción turística, atracción de inversión extranjera e imagen país, como ejes tradicionales de la misión de una Agencia Estatal de Promoción de Exportaciones y Atracción de Inversiones, y dado el escenario descrito y sus actuales repercusiones, es que se debería instaurar una nueva mirada del citado mandato. Lo anterior, pues en la sociedad en su conjunto se ha instalado una constante y profunda reflexión, que debe ser amalgamada en el alcance de estas Agencias en pos de una articulación atingente con esta Nueva Economía, que ya había sido iniciada desde la internalización de los efectos del Cambio Climático.
Una primera tarea por priorizar guardaría relación con definir qué tipo de oferta debiese ser intervenida: exportable y con potencial exportable, vinculada a las condiciones de demanda imperantes descritas anteriormente, es decir, conectada con una inteligencia de mercado realista. Un segundo desafío se centraría en determinar la base empresarial multisectorial a atender en los diferentes eslabones de internacionalización (exportadores y/o inversionistas), más aún en el actual escenario en que la digitalización se ha instalado en la agenda económica, como una constante y por consiguiente el concepto de DESINTERMEDIACIÓN en cualquier negocio (menor cantidad de actores en la cadena de comercialización). Y un tercer punto se vincularía con la problemática de definir la batería de instrumentos de apoyo más adecuada, para atender las nuevas condiciones de mercado.
Estas tres indicaciones detalladas, deberían unirse al factor de complementariedad con otras economías mediante un denominador común, como lo es el espacio de bloques de integración, debiéndose privilegiar aquellos que involucren un mismo continente. En síntesis, existiría una alta correlación entre la recuperación económica y la fluidez que pueda presentar el comercio exterior e inversión extranjera en cada economía, por tanto, debería existir: una exhaustiva y focalizada asignación presupuestaria a las agencias de promoción con los elementos descritos y el tan esperado trabajo integrado con la institucionalidad vinculada al fomento productivo para la conformación de una nueva oferta, desde el esbozo de esta inclusive.