#EstoTambiénEsEducación para las mujeres jóvenes y adultas

Jimena Chávez Fuentes, Directora País de DVV International en Perú

El 8 de marzo es una fecha conmemorativa que nos invitó a reflexionar sobre cuestiones fundamentales relacionadas con la lucha por los derechos de las mujeres y la igualdad de género. Es un día para reconocer los avances logrados, pero también para visibilizar las injusticias y desigualdades que aún persisten en nuestro país y en el mundo.

En ese sentido, la educación desempeña un papel esencial en la construcción de sociedades más justas y equitativas, especialmente en un contexto donde las mujeres hemos enfrentado desventajas históricas. No solo por la falta de igualdad de oportunidades para acceder a la educación formal dentro del sistema, sino también por el hecho de que se nos ha invisibilizado y no reconocido los espacios de aprendizaje que hemos generado fuera de él. Un ejemplo de ello son las organizaciones de base comunitaria, como los comedores populares y las ollas comunes, que se han convertido en escenarios de aprendizaje para la construcción de nuevos liderazgos femeninos. Estas organizaciones nacieron como una respuesta comunitaria al hambre, en diversos contextos y momentos históricos en Perú, como la hiperinflación y el conflicto interno, y más recientemente, la pandemia que afectó gravemente las economías y los ingresos familiares. En su mayoría, estas organizaciones han sido lideradas por mujeres en situación de pobreza y marginación, quienes han tenido acceso limitado a oportunidades. En un contexto donde han sido confinadas al ámbito exclusivo de lo reproductivo, una realidad reforzada por los estereotipos de género prevalentes en nuestra sociedad, estas mujeres han logrado generar espacios de aprendizaje y empoderamiento que trascienden vidas.

No solo por la falta de igualdad de oportunidades para acceder a la educación formal dentro del sistema, sino también por el hecho de que se nos ha invisibilizado y no reconocido los espacios de aprendizaje que hemos generado fuera de él. 

Los comedores populares y las ollas comunes, como organizaciones de atención alimentaria de primera línea en la comunidad, no solo han sido espacios de solidaridad y apoyo en red por parte de las mujeres, sino también lugares donde han encontrado legitimidad y valoración en su entorno, así como oportunidades de aprendizaje. Es importante resaltar que estos aprendizajes se han basado en la reciprocidad y el intercambio de saberes, con un enfoque en el reconocimiento a sus trayectorias de vida.

En estos espacios, las mujeres no solo han puesto en práctica sus habilidades culinarias —que podemos considerar como habilidades técnicas—, sino que, a través de la cotidianidad, las relaciones y el funcionamiento colectivo, han desarrollado nuevas competencias, como la autonomía, la autoestima y la confianza en sí mismas. Han aprendido a diseñar sus propios modelos de gobernanza, gestionar finanzas y llevar a cabo tareas organizacionales de gestión. Muchas de ellas han logrado delimitar sus propios proyectos de vida, asumiendo la identidad de mujeres líderes más allá de los ámbitos domésticos.

La educación no solo empodera, sino que, sobre todo, libera. En este contexto, los comedores populares y las ollas comunes se han convertido en espacios liberadores, donde mujeres líderes hoy juegan un papel fundamental de resistencia y lucha por la igualdad en sus comunidades.

Este proceso ha contribuido a la formación de nuevas lideresas locales, quienes, al salir de la esfera doméstica, se adentran con fuerza en el espacio público, desafiando normas y abriendo caminos para otras mujeres. Aunque estos aprendizajes, en ocasiones, puedan pasar desapercibidos, su impacto es sustancial y poderoso, ya que contribuyen al desarrollo de los territorios desde una perspectiva de género. Entonces, hoy con mucha mayor ilusión e ímpetu podemos decir que SÍ #EstoTambiénEsEducación para las mujeres jóvenes y adultas, porque la educación es un proceso de aprendizaje y enseñanza que permite a las personas adquirir conocimientos, habilidades, valores y actitudes. A través de la educación, los individuos desarrollan su capacidad para pensar de manera crítica, tomar decisiones informadas y participar activamente en la sociedad. La educación no solo empodera, sino que, sobre todo, libera. En este contexto, los comedores populares y las ollas comunes se han convertido en espacios liberadores, donde mujeres líderes hoy juegan un papel fundamental de resistencia y lucha por la igualdad en sus comunidades.