Por Samuel Montupil, country manager de Defontana
Según un extenso análisis de Accenture –en aproximadamente 1.200 empresas– solo el 12% ha avanzado en la aplicación de Inteligencia Artificial, IA, al punto de conseguir un crecimiento importante –donde casi el 30% de sus ingresos totales en promedio– puede ser atribuido al impacto de esta tecnología. De aquí al año que viene, se espera que ese porcentaje de empresas, al menos, se duplique.
Y es que ya es más que evidente los alcances que la IA tiene. En un mundo cada vez más digitalizado e hiperconectado, la usamos a diario en software y aplicaciones sociales de tránsito en tiempo real y navegación asistida por GPS, así como en como en asistentes de voz, chatbots, en smartphones, robótica, reconocimiento facial en seguridad y un largo etcétera. Su alcance es transversal a diversas áreas e industrias.
En la gestión empresarial, la IA tiene la increíble capacidad de automatizar y agilizar diversos procesos, eliminando el error humano por manipulación, optimizando el tiempo para centrarse en otras labores que tengan un mayor impacto en el núcleo del negocio. La IA permite mejorar los tiempos de respuesta y es un gran apoyo para las áreas comerciales, de marketing, ventas, de soporte y administración. Por ejemplo, aporta en los call center, transcribiendo las conversaciones y dando recomendaciones a los agentes en tiempo real.
Asimismo, la IA permite compartir información con otras plataformas y sistemas, operando de forma integrada; además de apoyar la inteligencia de negocios, BI, para análisis de datos.
Lo cierto es que, el software, con el aporte de la IA, lo está cambiando todo. En efecto, según datos de Statista, se pronostica que el mercado global de software de IA crecerá rápidamente en los próximos años, alcanzando alrededor de USD 126 mil millones para 2025.
Simbiosis hombre y máquina
Actualmente, tenemos a las personas, empresas y cosas conectadas como nunca antes en la historia y el fator común de esta hiperconectividad radica en los datos, los cuales crecen de forma exponencial. Podría asegurarse que tenemos una gran fábrica de datos y una de las principales capacidades de la IA es que, junto a Big Data, permite obtener la información que es más relevante para la toma de decisiones.
Así, las empresas de categoría data-driven, que basan su modelo de negocio y decisional en los datos, tienen en la IA una aliada capaz de percibir su entorno, aprender de él y proponer la mejor opción. Sin duda, la información es poder solo si sabemos cómo utilizarla y la IA entrega esa capacidad.
Con todo, es importante entender que no se trata de que un software o máquina reemplace al hombre, sino de una simbiosis entre la persona y la tecnología, donde la IA juega un rol fundamental como impulsor de la productividad, complementándose con el decisor y ayudando para asistir una toma decisiones más eficaz, con los mejores datos y disminuyendo el error.
Ahora el desafío es cómo aprovechamos mejor todas estas capacidades y de qué manera avanzamos a un siguiente nivel, donde podamos agregar a los algoritmos aprendizaje para optimizar las funciones de los sistemas de gestión en un 30%, 40% y 50%. Para hacerlos más eficientes, más productivos y capaces de transformar la información en conocimiento que permita tomar mejores decisiones.