Por: Dra. Nelly Barturen (*)
La corrupción es un fenómeno universal que genera pobreza, obstaculiza el desarrollo y ahuyenta la inversión, además debilita los sistemas jurídicos y políticos los cuales, deberían estar al servicio del bien de la sociedad. No es impresionante que a medida que se menoscaba la supremacía de la ley se hace caso omiso de la voz de la población, reduce la confianza de los ciudadanos en las instituciones y los funcionarios gubernamentales.
Nuestro país no es ajeno a este fenómeno, porque los escándalos políticos del gobierno de turno llenan la paginas de la actualidad y la población está cada vez más indignada, es lamentable que estas malas prácticas parecen ser inherentes al ser humano, puesto que llevan siglos de historia. La corrupción está presente en todos los ámbitos de la sociedad, abarca políticos, funcionarios públicos, hombres de negocios y particulares, que comenten actos ilícitos como el tráfico de influencias, patrocinio de intereses particulares, malversación de fondos públicos el cohecho y el soborno, acciones delictivas de funcionarios que sustraen miles de millones de soles de las arcas del Estado y las empresas que pagan jugosos sobornos como es el caso de la señora Karelim López Arredondo para obtener contratos públicos lucrativos.
El estado corrupto no puede apoyar a sus ciudadanos, porque priva a su gente no solo de la paz social, sino también educación, trabajo y atención sanitaria, porque el funcionario corrupto respeta de manera rigurosa su ley de reciprocidad, es decir la lógica del intercambio con un regalo interesado a cada favor cedido. Nadie puede evitar a la cofradía de Castillo en el poder, puesto que ha creado una clientela de grandes rapaces que ocupan las más importantes carteras de los ministerios disfrutando de grandes privilegios.