La recesión y la inflación no dejarán de plantear desafíos a las industrias y a su gestión comercial. Aunque no todas las industrias son tan susceptibles ya -por una mejor gestión y por factores de normalización- a las dificultades de la cadena de suministros globales, se imponen nuevas reglas ante un uso más controlado-racional del dinero de los compradores, encarecimiento del crédito y stocks e inventarios acumulados, propios de la desaceleración del consumo que trae la inflación.
El escenario inflacionario impacta en los costos logísticos y, consecuentemente, condicionan la gestión comercial. Los costos por fletes, de mano de obra y otros procesos de la cadena de suministros que terminan trasladándose -tarde o temprano- a los clientes finales suman complejidad al proceso; más aún si consideramos que muchos almacenes e inventarios comenzarán a coparse. La reconfiguración de portafolios, ajustes en la propuesta de valor, desarrollo de nuevas referencias o SKUs, incursión en nuevos canales de venta, desarrollo de nuevos proveedores, cambios en los modelos de negocios y formas de financiamiento, entre otros, serán más revisadas y cambiantes.
Considerando que podrían persistir roturas de stocks en algunas categorías; y en otras, excesos de inventario y sus consecuentes liquidaciones, estamos ante un panorama que obliga a las empresas a repensar constantemente sus estrategias comerciales y logísticas. Lo común es que pensemos en cómo añadir valor ante los cambios de los consumidores y preferencias por variables como el volumen-tamaño, precio, calidad y rendimiento.