La globalización, la irrupción de nuevas tecnologías, la competencia disruptiva y otros, colocan a las empresas en la necesidad de transformarse, ya que el no hacer nada es un camino a la desaparición.
El director de Arellano, Alberto Haito sostuvo que muchas veces se llama equivocadamente transformación a una simple reducción de personal. Se entiende que las exigencias del mercado pueden llevar a una reducción de personal como una forma de operar con menores costos, pero esto es un alivio de corto plazo que de ninguna manera puede llamarse transformación.
En contraposición, la transformación de una empresa significa un cambio profundo en la forma de hacer las cosas. Tan profundo es el proceso que éste también impacta en la cultura de la empresa comenzando por lo básico: el convencimiento de la necesidad de cambiar por parte del líder de la organización ya que, de no ser así, lo más probable es que sea necesario sustituirlo. Luego viene el convencimiento del resto de la organización, lo cual implica comunicar hasta el cansancio el porqué de la transformación y hacia dónde se dirige la empresa.
Por cierto, en el camino hay varios obstáculos que vencer. Uno de los más importantes es, quizás, la resistencia al cambio, ya que siempre habrá personas que se sienten cómodas haciendo lo mismo y tienen un entendible temor a lo que pueda pasar. Para esto será necesario rodearse de un grupo primario de trabajadores que serán los “apóstoles” de la transformación, nos referimos a aquellos que con su ejemplo contagien al resto de trabajadores.
Las transformaciones empresariales generan emociones encontradas, entusiasmo por un lado ante la promesa de un futuro mejor y temores por el otro ante la posibilidad de perder el trabajo o no dar la talla para las nuevas responsabilidades. Es por esto que los líderes deben trabajar con sus equipos no solo en la parte racional, sino también en la emocional, determinó el director de Arellano.