Expertos advierten un posible caos por la afluencia de pasajeros.
La apertura del nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, programada para el 18 de diciembre de 2024, se perfila no solo como un evento significativo, sino como un potencial desastre en la gestión del transporte aéreo de Perú.
Mientras el mundo pone sus ojos en Lima, las alarmas están sonando en todas partes, advirtiendo sobre un caos que podría dejar a miles de pasajeros atrapados en un torbellino de desorganización y frustración. La falta de pruebas adecuadas y la presión por cumplir con una fecha de apertura apresurada son una receta para el desastre.
Si bien el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) proclama que el nuevo aeropuerto está casi listo, las realidades en el terreno cuentan una historia diferente. Expertos y aerolíneas han expresado su profunda preocupación por la falta de simulacros y pruebas operativas.
La situación es crítica; se ha creado un ambiente donde la seguridad y la eficiencia están en juego, y la posibilidad de un colapso total de las operaciones es más que una mera preocupación. Las aerolíneas advierten que, si el aeropuerto abre en diciembre sin la preparación adecuada, la experiencia de los pasajeros podría convertirse en un verdadero infierno logístico.
Durante las fiestas de fin de año, el tráfico aéreo en Perú se incrementa considerablemente. En años anteriores, el aeropuerto ha experimentado picos de demanda que han llevado a largas colas, retrasos y, en ocasiones, a la cancelación de vuelos.
La situación se agrava por la alta afluencia de pasajeros nacionales e internacionales que buscan viajar para reunirse con sus familias o disfrutar de vacaciones. Con la apertura del nuevo terminal en un momento tan crítico, las autoridades enfrentan el reto de gestionar esta demanda con una infraestructura que podría no estar completamente lista.
Además, la falta de información clara sobre el funcionamiento de los nuevos procesos y servicios podría generar confusión entre los pasajeros. La transición de operaciones desde el antiguo terminal al nuevo debe ser meticulosa, y cualquier error en la comunicación o en la logística podría resultar en aglomeraciones y frustración.
Los usuarios del transporte aéreo ya han expresado su preocupación por el riesgo de que la nueva terminal no esté completamente equipada para manejar el flujo de pasajeros, lo que podría culminar en un caos generalizado en el aeropuerto.