Por: Didier Saint Georges
Managing Director y Miembro del Comité de Inversiones Carmignac
Ahora que las hipótesis más pesimistas han quedado descartadas en el plano de las negociaciones entre China y EE. UU., los índices de renta variable pueden por fin romper el techo de cristal que impedía su progresión desde finales del pasado abril. El gran regreso del apoyo de los bancos centrales, tras su desafortunado intento de retirarlo en 2018, proporciona a los mercados el empuje necesario para emprender esta recta final del año bursátil con una sensación de júbilo.
Cabría preguntarse si esta dinámica augura unos pronósticos favorables para el año 2020, puesto que los intentos de aplicar políticas de ajuste monetario o de negociar acuerdos comerciales al filo de la navaja ya han quedado descartados.
En la actualidad, en el plano económico, si bien es cierto que algunos indicadores han dado ciertos indicios de estabilizarse, asociar estas buenas noticias a una mejora económica generalizada constituye todo un acto de fe. En concreto, en EE.UU., el consumidor infatigable que sostiene el crecimiento mediante su optimismo inquebrantable se enfrenta desde hace tiempo a nuevos obstáculos. En primer lugar, el descenso constante del desempleo. Además, el sector bancario se ha vuelto mucho más reticente a conceder créditos al consumo, cuya tasa de endeudamiento se ha disparado. El deterioro del mercado de crédito es una cuestión que ha empezado a afectar también a las empresas.
La ralentización estadounidense ha comenzado realmente este año y podría continuar el venidero. China, preocupada por reducir el endeudamiento de su propia economía, tan solo recurre a medidas de apoyo con un enfoque quirúrgico. No es precisamente una laboriosa estabilización.
Más allá de esta coyuntura macroeconómica que sigue siendo precaria, las medidas de apoyo monetario tampoco deben ilusionarnos. El hecho de que la FED vuelva a efectuar cada mes las inyecciones de liquidez son ciertamente buenas noticias. No obstante, el banco central estadounidense acaba de suspender los recortes de los tipos de referencia.
La realidad es que la previsión más segura para 2020 consiste en pronosticar un año que difícilmente podrá desarrollarse con la misma plácida continuidad de la última década. Será necesario analizar exhaustivamente la evolución macroeconómica y la manera en la que los Gobiernos y los bancos centrales se ponen de acuerdo para abordarla. No deberíamos perder de vista el programa económico de Elisabeth Warren, candidata Demócrata a las elecciones presidenciales norteamericanas; y al mercado de crédito. Mantengamos, por tanto, una postura de cautela.