Se estima que solo en el cultivo de papa podría recuperarse suficiente para alimentar hasta más de 50,000 personas.
La inseguridad alimentaria, un problema persistente a nivel global, se ha visto intensificada en los últimos años por efecto de la pandemia y de la realidad socioeconómica de cada país. En el caso de Perú, la ciudad de Lima Metropolitana continúa experimentando un crecimiento sostenido de la población en las zonas periféricas, por lo general no planificada, donde la inseguridad alimentaria se incrementó de 13,5% a 20,5% entre los años 2014 al 2021.
Ante este escenario, el Centro Internacional de la Papa (CIP) ha enfocado sus esfuerzos en el análisis de los Sistemas Agroalimentarios Urbanos como una alternativa para combatir la inseguridad alimentaria, basándose en su investigación obtenida en África y Asia en beneficio de Perú.
Así nació la iniciativa piloto “Recuperación de Alimentos del Valle”, que ha reunido al CIP junto a el Consorcio por la Salud, Ambiente y Desarrollo (ECOSAD), la Universidad Nacional Agraria-La Molina (UNALM), la Plataforma Multiactor del Valle del Rio Lurín y la Red de Ollas de Pachacamac, entre otras, para facilitar la disponibilidad de una diversidad de alimentos frescos en favor de las ollas comunes.
El piloto se desarrolla mediante un trabajo coordinado con los agricultores durante el periodo de la cosecha, ya sea de tubérculos, hortalizas y/o granos, donde algunos de estos productos son descartados y desechados por diversos factores como el tamaño o la forma no comercial.
Según los resultados iniciales, se identificó que existe un gran potencial de recuperación, especialmente en los tubérculos como la papa y el camote. En el caso de la papa, se ha recuperado hasta más de 3 toneladas (equivalente al 17% de la producción) que es suficiente para más de 10,000 raciones. En línea con las 50 hectáreas promedio de producción al año, Lima podría aportar más de 150 toneladas entre los meses de octubre a diciembre, dotando a las ollas comunes con la capacidad de alimentar a más de 15 mil personas en dicho periodo.
Una situación similar sucede con el camote, con la ventaja de que se cultiva durante todo el año, pero su consumo es apenas de 7 kg por persona al año siendo una fuente importante de aporte nutricional rico en vitamina A.
“Resolver la problemática de la inseguridad alimentaria es una clara prioridad para Perú y el mundo. En ese sentido, la investigación que hemos realizado en África y Asia nos permite identificar puntos de mejora en favor de la población peruana. Solo en Lima Metropolitana se han registrado 764 ollas comunes por el Programa Mankachay del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social para quienes la recuperación de toneladas de alimento saludable será vital para su supervivencia” concluyó, Cristina Fonseca, investigadora del Centro Internacional de la Papa.
En cuanto a cómo promoverla, Willy Pradel, científico investigador del CIP indicó que la colaboración entre gobiernos locales, agricultores y ollas comunes con el sustento científico necesario, pueden convertirse en una plataforma sostenible para erradicar el hambre en Perú.